Hacia 1969 o 1970, trabajaba en una reconocida empresa bancaria y con un amigo fuimos a cantarle una serenata a una niña que él admiraba; esperaba debajo del árbol de la esquina mientras yo solo con mi guitarra iba y le cantaba una canción, volvía al arbolito, me tomaba un aguardientico y volvía y así hasta completar la serenata.
¿Por qué en la esquina el amigo?… Era casado y claro, la destinataria de la original por no decir otra cosa, serenata… no era su cónyuge.
Pues bien, cualquier día de marzo de 2011 hacia las cinco de la tarde llegué exactamente al mismo umbral, jamás lo había vuelto a pisar, con el ánimo de visitar un anciano que muchos de ustedes conocen, nos acompañó en unas de las versiones del Grupo Quetalsito. Se trataba de Juan Crisóstomo, “Toto” López, a quien en buena hora, le hicimos un homenaje en el Festivalito Ruitoqueño: En vida, hermano, en vida…
Tuve que buscar y buscar y finalmente Alfonso Guerrero y Fidel Uribe me orientaron, busqué en internet, es un hogar geriátrico y llegué: miren cómo fu e.
Casi no me dejan entrar, a pesar de que había llamado e informado mi nombre y que iba a ir a esa hora, me preguntaron cinco veces como me llamaba personas distintas y al final ya molesto les dije que yo solo quería saludar al maestro y entregarle un regalito (el disco del XX Festivalito) y que si era imposible visitarlo pues se lo dejaba.
Me ofrecieron excusas diciéndome que tienen mucho miedo a los desconocidos (por los ladrones) y que los abuelitos solo reciben las visitas autorizadas, me comunicaron con un hijo y finalmente autorizaron mi ingreso. Por supuesto que entendí las razones expuestas.
¡La cara de alegría de Toto pagó las molestias! Tomador de pelo, está ancianito (93, creo) pero lúcido. Le conversé y entre charla y charla le comenté que el Festivalito había crecido mucho, y ¿saben qué me dijo? “Cuando salgan a parrandear vengan por mí y nos tomamos unos…» e hizo la seña que le conocía con la mano acompañada de una sonrisa leve pero sincera. Risas y más risas.
Finalmente le di un abrazo, agradeció mucho la visita, estábamos rodeados de enfermeras y otros viejitos y me prometieron que al otro día pondrían el disco para que todos lo oyeran: se imaginan un sitio mejor para tal fin?
Me despedí, le di un abrazo en nombre de todos y…créanme, salí conmovido
¡Que duro es envejecer!
Luis Carlos Villamizar Mutis