Nuestra ciudad metropolitana vieja

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Aeropuerto Gómez Niño: ¡Era tan cerquita! Faltando 5 o 10 minutos para el vuelo salíamos en un taxi…y alcanzábamos. Hubo varios accidentes desde el DC3 hasta el Avro; en el DC3, alcanzamos a hacer varios vuelos, inclusive uno a Cartagena (1972, nuestro hijo mayor de brazos), viaje bellísimo, claro, con los oídos reventados, pero por la ventanilla se veía todo el recorrido, el majestuoso río Magdalena, las sabanas caribeñas y finalmente: ¡el mar¡ Otro, lo hicimos en DC4 desde Cartagena a Riohacha, todo el viaje sobre la orilla del mar, no nos podemos imaginar cuántas bahías, cuánta belleza tenemos.

El puente de La Cochera: qué pesar no haberlo preservado, era muy bello, paso obligado desde el Liceo del Sagrado Corazón en la calle 37, para poder ir hacia el sur de la ciudad.

Paseo a pie a Girón: es difícil creer que salíamos con morrales con avío: papas y huevos cocidos, sardinas enlatadas, mestiza Trillos, mortadela, los primos con sus cañas, los demás éramos de la familia “miranda”, bajando por la que hoy es la calle 45, durábamos un par de horas, llegábamos al Río de Oro y créannos, levantábamos las piedras y cogíamos choques…¡con la mano!

Se fue el agua: una vez duramos en Bucaramanga como veinte días sin servicio de agua y resolvimos acudir a un amigo quien nos facilitó su camioneta para ir al río Suratá a lavar la ropa y a bañarnos. Claro, se convertía en un delicioso paseo, durábamos todo el día y por la tarde regresábamos…rucios, pues el polvo de la carretera nos dejaba peor que antes…pero felices.

Vamos a baño: una de las alternativas (pero costaba, por ahí 5 pesos…y muchas veces no los teníamos) a la piscina La Esmeralda a la entrada de Floridablanca; el agua era fría, oscura, como miedosa, casi no había espacio entre sus orillas y las paredes que la circundaban, pero era la única a la que podíamos ir.

Campamento scout: era lejísimos, preparar carpas, comestibles, los permisos, etc:¡era al Lago de Florida! Armábamos carpas en los que hoy quizá son los parqueaderos del Parque Lago, bajaba un chorrito de agua cristalina que nos arrullaba el sueño, el prado era excelente para acampar, fogata toda la noche, se nombraba un guardián de leyendas, quien debía mantenerla prendida, hacíamos seguimientos de pista, en fin, era un encuentro con la naturaleza inigualable.

El zanjón: Fue un paraje inolvidable, lugar de juegos, vividero de muchos: recuerdan la llamada  zona negra? Casitas de papel y madera construidas sobre el muro de la Escuela Normal, ahí teníamos amigos, jugábamos a “tipos y apaches”. A un amigo le regalaron pistolas metálicas niqueladas y correa con fundas de cuero traído de USA, el mío era un clon de la época: estuches (canana) de cartulina (hecho por mí) y pistolas de plástico. Sobre ese lugar se construyó la avenida Quebrada Seca.

¿Hoy? Bucaramanga Hoyos viuda de Parques, qué pesar.

Luis Carlos Villamizar Mutis

 

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