Pedro Silva Quintero

Pedro Silva Quintero

Villa Leo, 11 de mayo de 2013. Señores Festivalito Ruitoqueño de música colombiana. Respondo a su solicitud de información acerca de mi vida y del trío Los Zafiros. Sobre mi vida hay poco que decir; en cambio, del trío sí hay mucho para contar. Hoy en día los tríos están acabados porque los teclados los han desplazado, y hasta los mariachis han sido desplazados por una planta con pistas. Yo empecé cantando canciones llaneras cuando era suboficial del Ejército en Tunja en el Batallón Bolívar; tenía un trío, y ganamos el Aguinaldo Boyacense al final de la década de los cincuenta. Era feliz haciendo malabarismo con la guitarra: tocaba con una copa o una botella, me echaba la guitarra al hombro o la ponía debajo de una silla, y así tocaba. Me gradué para ser músico en el Ejército en un curso de tres meses, cuando me metieron al calabozo a pan y agua. Después he visto cuánto me ha costado llenar el estómago. He recorrido caminos en Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Nuestros éxitos más grandes han sido haber grabado ‘Ajena’, de Héctor Suárez, la Orquídea de Plata Phillips y tener la oportunidad de compartir con artistas internacionales, y no necesariamente porque nos llamaran, sino porque cuando anunciaban el concierto de cualquier artista, yo era el primeritico que llegaba al Hotel Bucarica a pedirle al representante el chancesito como artista extra en el coliseo, buscando la chalomita; y así compartimos escenario con Clavillazo, Tintán, Cantinflas, Tony Aguilar, Luis Aguilar, José Alfredo Jiménez, Daniel Santos, Fernando Valadez y Miguel Aceves Mejía, que, por cierto, fue rechiflado porque el público pensó que estaba haciendo mímica, y era que los mejicanos cuando eso ya usaban el micrófono inalámbrico.

Me retiré del Ejército en el año 60 y me fui para un pueblito que se llama San Luis de Gaceno y puse una relojería (yo sabía trabajar en lo que fuera, porque de chino fui mensajero en la Ortiz Gómez con una bicicleta negra de parrilla y dinamo), y en ese pueblito tuve la idea que tienen muchos, no sé si por inteligente o por bruto: me casé; no se cómo es que es el cuento; de todas maneras, allá me hicieron meter las patas. Armé dueto con el sacristán de la iglesia, un señor Ulises, que tocaba el armonio, y fuimos contratados para tocar en las ferias. Yo vi que lo mío era la música, y dije, “no, de aquí ya no me saca nadie”. Me fui para Bogotá, y allí aprendí a “pesear”, que era cantar por las cantinas a peso la canción, y a principio de la década de los sesenta reunir mil pesos en el mes no era nada malo. Pero, claro, cantarle a los borrachos no es agradable. Formé el trío Los Zafiros en 1963 con los hermanos Morales, Germán y Horacio, y se llamó Los Zafiros, porque cuando se hizo la canción ‘Garagoa’, vi en un pueblito que decía Joyería Zafiro, y me gustó; me pareció más llamativo que diamante, rubí o esmeralda. Pero antes había tenido el trío Ventarrón, con Benito Ardila, porque cuando fuimos a dar una serenata en Suba, él, que era muy gordo, se cayó en medio de la lluvia, y casi no somos capaces de sacarlo del hueco, y tuvo que llegar completamente embarrado a cantar. Peseando con Luis López, de Pereira, y Jorge Molina, del Tolima, que era buen compositor, llegamos de gira a Bucaramanga, y luego a Cúcuta e intermedias, aprovechando todo lo que yo había aprendido en el circo de trabajar en las ferias, de dormir en un petate, donde fuera, y comer lo que fuera. Era el trío Amazonas, y nos vestíamos como algo de llanero y mexicano. Yo siempre tuve como objetivo la televisión y hacer películas, y grabar. Me parecía un relajo, como muy bajo, estar en una ventana dando serenatas, y peor, cantando para los borrachos; no, eso no era lo mío. Pero resulta que me tocó ser realista, y no solo por haber hecho el cursito aquel de los tres meses, sino el otro cursito de trabajar a peso la canción; porque el problema es que el borracho es borracho, y entonces “encímeme otra”, y la cosa es… Pero bueno, no se murió el artista de hambre. Sigamos el cuento.

Se desbarató el trío Amazonas, y un hombre, llamado Marcos, me propuso armar un trío para cantar en Cúcuta en el hotel Tonchalá. Allí nos dieron tres uniformes a cada uno y nos hospedaron allí mismo. Pero la espinita de andar me entró, y a pesar de la bonanza venezolana de entonces, ustedes saben que el artista es artista, y uno prefiere la gira a todo, hasta a la familia. Llegamos a Ibagué –no entramos a Bogotá porque ya era plaza conocida– y allí, sin conocer a nadie, parados en una esquina nos encontramos con Israel Motato, el compositor, que cuando nos vio con los instrumentos nos llevó para su estudio, nos hospedó, nos dio sus canciones para que las cantáramos, y nos ofreció la disquera Lusar (los favores de la humanidad; es que a uno se le presenta el angelito). Allí encontramos a Luis Ramírez, que operaba la caldera de la prensa de discos (como la de los trenes), y el hombre estaba negro por el carbón para calentar la vinilita, pero pudimos acordar algo la grabación. Al salir, Israel Motato nos preguntó si lo habíamos reconocido. “Él es el Caballero Gaucho; ¿no lo han oído nombrar?”. Claro que después tocamos con el Caballero Gaucho, y estuvimos cerca de Gentil Montaña, que ya había conocido yo cuando estuve en el Ejército. Anduvimos de gira por los pueblos de la región, y vimos cómo en muchos casos quedábamos más endeudados que complacidos; cosa terrible, que aguanta uno por andar de giras. La experiencia se consigue así: no tener nada, cuando lo teníamos todo en el Tonchalá. En esa gira, para completar, se desbarató el trío. Acompañé a una cantante llamada Alma del Mar, y me hice amigo de Olimpo Cárdenas, y al fin pude acompañarlo, después de mucho tiempo de estar loco por hacerlo. Cuando estaba solo, di con un señor que tocaba con hojitas de naranjo y de limón, y yo con el requinto, y él con la hojita, y así logré hacer más plata que con el trío (vean ustedes cómo es la vida del arte). Después conocí a un antioqueño, el Mago Henry, con bola de cristal y turbante, y le compré el secreto a cambio de su pasaje para Medellín para atender consultas. Le decía a la interesada: “Su marido la engaña” –Claro que no. “Por eso le digo, que su marido no la engaña”, y así funcionaba el secretico. Después, trabajé en un circo como músico, pero una vez falló el payaso, y me pusieron a mí la nariz. Bueno, con nariz y toda la cosa, uno en la vida tiene que hacer todo para ganársela honestamente. En Armenia, un tipo trató de convencerme de que me hiciera los baños de las siete hierbas, que si quería tener suerte, pero no lo hice. Cuando llegué a Bucaramanga, me lo encontré otra vez con el mismo cuento, y me dijo “hágase los baños con las siete hierbas para que tenga suerte”, y le contesté “oiga, ¿y por qué no se baña usted con las siete hierbas para ver si por fin le vende a alguien esa vaina?”.

Me resta contarles que mi papá es Martín Silva Rojas, y mi mamá, Carmen Rosa Quintero Silva. Nací en Onzaga, orgullosamente campesino, y los hermanos somos: Rosalba, la mayor, Julieta, la segunda, este –su servidor– tercero, Cecilia, Mery, Heriberto, Héctor, y se me pueden olvidar los demás porque somos 37 hermanos. Los hijos de mi primer matrimonio son Clara Janet, Rosaly y Jenny, y un muchacho, Miler Edipo, pero el nombre no se lo puse yo, se lo puso Odilia, la mamá. Ahora, mi esposa se llama Marta Zárate, y tenemos un hijo, Iván Darío (ese nombre sí se lo puse yo), que es ingeniero de sistemas. Pero estoy viendo que solo hablé de mi vida, así que quiero compartirles que estoy escribiendo un libro sobre el trío Los Zafiros, pero se imaginarán ustedes que hay muchas cosas por contar de estos cincuenta años de recorrer el mundo detrás del escudo mágico que significa una guitarra. Por ahora, solo quiero repetirles que se puede ser feliz en el mundo con solo tres meses cursados en la universidad de la vida, y mi deseo es que tengan ustedes mucha felicidad, como la he tenido yo.

Con mucho afecto, su amigo de siempre, Pedro Silva.

Pedro Silva Quintero

Un comentario en “Pedro Silva Quintero

  • 13 julio, 2022 at 12:57 am
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    Los hijos de matrimonio son Clara Janeth, Ross Alied, Genny Elibeth y Miller Edilfe. Me consta. Excelente trío! Hermosas canciones!

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